Yago se ha ido de casa y vive en el bosque, donde escribe cartas de amor y talla un tronco derribado por la tormenta. En la ciudad, otra clase de tormenta sacude a Eva y a Santi, una pareja a la deriva que se debate entre el fetichismo de él y la estima herida de ella. Los destinos de Yago y Eva discurren paralelos, aunque ellos no lo sepan.
Este triángulo corrosivo, este tránsito del bosque a la ciudad es la historia que narra Mil mamíferos ciegos. Un tránsito, también, de la pasión a la razón y de lo animal a lo humano, o a la inversa. Cazadores, idiotas y perros viajarán con los protagonistas y les mostrarán la luz que emerge del sexo y de la muerte.
Isabel González propone una potente fábula sobre el amor, la soledad y el placer dotada de una gran fuerza alegórica y sustentada en un minucioso trabajo con la palabra, capaz de transmutar en mágico lo cotidiano.