«Y bastante aguanto yo con el peso de mi familia y de la herencia que me han dejado, que no todo es el dinero, Prudencio. Que hay herencia que duele».
En Ventaquemada, bajo la sombra del único naranjo de su finca, Doña Urraca Alcolea se ha sentado a esperar la muerte que, inevitable, le llegará el 15 de octubre. Nadie entiende el porqué de su decisión, pero, en el pueblo, todos cuchichean al respecto. Teresa la Ternerona, hija de Doña Urraca, desapareció sin despedirse, al igual que un día lo hicieron tantos otros que portaban el apellido Alcolea. Ahora, solo le queda la inocente compañía de su nieta Motita, obligada a vigilar la casa y a regar las tumbas incansablemente.
En esta tierra levantada a golpe de piqui-piqui, los apodos impuestos pesan como losas y el pasado nunca se entierra del todo. Porque aquí, en pueblos como Ventaquemada, donde el tiempo se detuvo hace mucho, solo hay una certeza: lo único que llega seguro es la muerte.
Con un uso muy singular del realismo mágico, que se enreda en la vida de los habitantes de Ventaquemada, Jaime Riba Arango debuta con una voz literaria deslumbrante, de lenguaje afilado y feroz belleza.